“A diferencia de las poblaciones de otros países sudamericanos, la mayoría de los argentinos tienen ascendencia europea, si bien aún hay población indígena”.
(Unlike the populations of many other South American countries, most Argentinians are of European descent, though there is still an Indigenous population.)
Una de las traductoras de este Territorio se ha encontrado, precisamente hoy, poco después de los dichos del presidente, con estas líneas que debía traducir. Según el imaginario dominante, la traductora insulta para sus adentros (si es que detecta el error) y hace que sus dedos obedezcan a regañadientes, pues —a quién se le ocurriría pensar lo contrario— su mera tarea es pasar palabras de un idioma a otro. Pero la traducción, como hemos dicho en este espacio, no es una tarea mecánica. Al leer, y a sabiendas del craso error que seguramente no sea inocente, la traductora busca fuentes confiables para señalar esto a quien corresponda, consulta si es posible corregirlo y, lo que es más, avisa que habría que cambiar el original. ¿Cómo? ¿Cambiar el original? “Mirá el tupé y la falta de respeto”, le oímos decir a Moria Casán. Sí, por faltar a la verdad histórica y porque la historia se escribe todos los días, esta traductora interviene. Si tiene suerte, enhorabuena. Si no, esta traductora siempre puede hacer uso de sus dones para encontrar otras soluciones…
Las posibilidades son varias. Otra profesional tal vez hubiera dejado pasar esto por considerar a) que es correcto o b) que, aun siendo erróneo, no debe intervenir. Lo que queremos señalar aquí es por qué importa quién está traduciendo, cómo se maneja con las personas que encargan una traducción y qué decisiones toma. Los textos no son inocentes, claro, y nosotras tampoco.
—Territorio de ideas