
Segunda entrega de nuestra Ventana
«Que la invisibilidad sea mi manera de resplandecer».1
Una vez, en mis primeros años como estudiante de traducción, leí esa cita, especie de mandamiento autoimpuesto para traductorxs (aunque también funcionaría para cualquier ama de casa condenada a adorar el Blem). En ese momento me pareció hermosa, tanto que la escribí en un papelito y la pegué en la pared. El brillo de la frase, innegablemente bonita, su formulación casi mágica, me atrajeron como una lamparita a una polilla en la noche más oscura, y así viví en el error durante bastante tiempo. Años más tarde, descartado ya el deseo sometido que enunciaba aquella formulación, encontré un video de Mirta Rosenberg donde respondía a alguien que objetaba que una traducción fuera una traducción (tautología detrás de la frase recriminatoria: «Se nota que es una traducción»). Rasposa, ella contestó: «¿Y qué?».
1. «L’effacement soit ma façon de resplendir», Philippe Jaccottet, Poésie 1946-1967, París, Gallimard, pág. 190.
